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miércoles, 29 de febrero de 2012

Pequeña semilla, enormes frutos


“Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” Mateo 19:21-22

PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 5:1-12

No se puede vivir una vida de resultados totales sin dedicar tiempo a orar insistentemente.
No se puede vivir una vida rica de oración dedicando escasos y apresurados momentos para orar; se necesita persistencia, insistencia y anhelo. Sí, anhelo; aquél que experimentaba el rey David por la presencia de Dios y que provenía del profundo amor y gratitud que este hombre tenía para con su Señor: “¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová...” (Salmo 84:1-2).

La vida de David se caracterizaba por un incansable deseo de buscar a Dios, descansar en su Presencia y aprender de él. Descubrió así, que su seguridad más grande estaba en su comunión con Dios y aprendió el secreto de esperar que Dios se ocupara de sus asuntos. También en la Biblia encontramos ejemplos de otros hombres y mujeres que, con su oración, lograron cambiar gran cantidad de situaciones difíciles y adversas, hasta transformar la situación de un país. Estos ejemplos deben motivarnos para buscar el cambio que nuestra patria necesita a través de la oración y el compromiso.

Toda conquista es posible, puesto que el poder de Dios sólo espera ser usado, y la oración de fe es la herramienta diseñada para poner en acción ese poder. Nunca pongamos obstáculos a la oración, ni siquiera por nuestro trabajo; por el contrario, con la oración se adquiere y aumenta la energía para trabajar, somos libres del temor y hallamos salida al conflicto. Oraciones escasas, a la ligera y débiles, corresponden a una condición espiritual pobre. Su vida puede ser tan prominente como tan intensa sea su vida de oración. «En lo secreto me has hecho entender sabiduría» (Salmo 51:6b).

Quien practica el secreto de la oración se hace sabio, importante, infatigable, adquiere paciencia, tolerancia y equilibrio. Quien aprende a desarrollar su vida en la oración, logra alcanzar los objetivos que nunca antes imaginó alcanzar. En la oración el débil se hace fuerte, el temeroso se hace valiente y osado, la amargura se transforma en alegría, confianza y paz; quien ora aprende a escuchar la voz de Dios, conoce la verdad que le hace libre y definitivamente se convierte en un hombre o mujer que vive para alegrar el corazón de Dios.

HABLEMOS CON DIOS
“Padre eterno, cuánto te necesito. Tú eres mi tesoro, mi mayor riqueza, mi felicidad. Dame hambre y sed de ti, para que nunca deje de buscarte, para que nunca tenga que desfallecer de sed en medio de la vida, sino que vea todos los días tu brazo de poder accionarse a nuestro favor y el cielo inclinarse en nuestro auxilio. Amén”

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