“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Filipenses 1:6; Gálatas 2:20
El tratamiento de Dios para el hombre nos ofrece las más grandes garantías. Una de ellas es que Jesucristo, el Teoterapista por excelencia, quien es el mismo ayer, hoy y por los siglos, puede tomar las memorias de nuestro pasado y aliviarnos de las heridas que todavía permanecen y afectan nuestro presente.
Él puede llevar nuestro sufrimiento, tomar nuestras penas y cargar no sólo con nuestro pecado, sino también con el dolor que otros nos han causado.
La esencia de toda sanidad es el amor. Es la principal motivación de Dios para sanarnos y liberarnos de todo aquello que nos impide experimentar una vida abundante, y es la necesidad primordial del hombre: El saber que es amado, no por lo que pueda realizar o hacer, sino simplemente por lo que es. Dios nos ofrece su amor incondicional a través de Jesucristo y quiere llenar con su amor todos estos espacios que han estado vacíos por tanto tiempo.
El secreto de la vida cristiana no está en la cantidad de conocimiento que obtengamos, ni en la disposición a hacer sacrificios por causa de Cristo, sino en permitir que Él viva su vida en, y a través de nosotros.
Todo lo que anhelamos y necesitamos, será una realidad, y, aunque a veces sintamos que no hay cambios y que todo permanece igual, debemos confiar en las ciertísimas promesas de Dios, quien trabaja sin descanso, moviendo con los hilos de su amor todas las piezas que conforman nuestra vida, hasta que las hace encajar perfectamente, sólo para regocijarse viendo que la imagen que se ha conformado es la de su Hijo Amado, Jesús.
HABLEMOS CON DIOS
“Mi amado Padre, cuán feliz me siento al saberme el objeto de tu amor, que tienes tanto cuidado de mí, y que has trazado un plan tan maravilloso que incluye mi felicidad y mi salud completa. Ahora tengo absoluta confianza para entregarte mi vida y pedirte que hagas lo que Tú quieras con ella, porque sé que la obra final será inmejorable, majestuosa: La plenitud de Cristo en mí”.
Lolita Cruz de Chamorro.
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