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miércoles, 25 de abril de 2012
El Ser Pacificador
La bendición de ser un pacificador
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Mateo 5:21-23; 2 Timoteo 2:14-26
Una de las características más hermosas de aquellos que han tenido un encuentro personal con Jesucristo, y le temen, le respetan, le aman y le sirven, es que desarrollan un espíritu perdonador.
La experiencia de recibir a Jesucristo nos transforma en nuevas personas, hijos de Dios. Él nos comunica su Espíritu y, por tanto, es renovado dentro de nosotros un espíritu recto capaz de amar a pesar de los errores y las equivocaciones, y capaz de perdonar, pues cree siempre y da una nueva oportunidad.
Pero, ¿Cuántas veces hemos hecho la oración del Padre nuestro, repitiendo en múltiples oportunidades la frase: “y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, sin asegurarnos de haber sido inundados con el único amor capaz de perdonar y olvidar la ofensa, como lo es el amor de Jesús?
Recordemos la extraordinaria declaración que pronunció frente a sus verdugos: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Él es el mayor ejemplo de amor, de perdón y de reconciliación y, por eso, el primer paso para volvernos pacificadores y ser llamados hijos de Dios, es volvernos a Jesucristo, reconociéndolo y recibiéndolo en nuestro corazón como Señor y Salvador personal.
La presencia de Jesucristo en nuestro corazón nos permite desarrollar un espíritu perdonador que nos lleva a asumir un estilo de vida que se caracteriza por:
• Libertad del resentimiento. Dios quiere que seamos libres de odios, amarguras y resentimientos que contaminan nuestra vida e impiden nuestra comunión con Él. Así que siempre nos pide reconciliarnos con el prójimo antes de presentarnos ante Él, como una condición imprescindible para escucharnos
• Colaboración con los propósitos de Dios. Entendamos que la ofensa del otro me revela su necesidad. Estamos llamados a amar aun a los que nos ofenden, y con la ayuda de Dios, ayudarles a suplir esa necesidad.
Dios ya nos perdonó. Si Él lo ha hecho, ¿Cómo no hacerlo nosotros?
HABLEMOS CON DIOS
“Amado Padre, gracias por hacerme entender el daño que me causa el no perdonar. Reconozco que he guardado resentimiento y amargura contra algunas personas, limpia mi corazón y lléname de tu amor. Y ahora Señor dame la oportunidad de acercarme a los que me han herido, y perdonarles también como Tú lo haces conmigo”.
Lolita Cruz de Chamorro.
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