El amor que nos ayuda a vencer
“Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. (Romanos 8:37)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Isaías 43:1-5
¡Qué privilegio tan especial tienen los hombres que depositan su vida en las manos de Dios y se aseguran de ser guiados por Él. Cuando viene la adversidad, llega la prueba, y las circunstancias se tornan difíciles, entonces tienen la libertad para gritar victoriosos: «en todas estas cosas, somos más que vencedores».
Es la herencia, el legado de aquél que ha aceptado a Jesucristo como su Señor y Salvador personal. Comienza a pertenecer a partir de ese momento a la familia real, se convierte en hijo de Dios, y por lo tanto, en «la niña de sus ojos». Ser hijo de Dios es ser heredero de toda bendición espiritual en los lugares celestiales; objeto del entrañable amor y tierno cuidado de Papá Dios.
Para nosotros, sus hijos, la adversidad se convierte entonces en la más grande oportunidad para ver su gloria, y su poder manifestándose a nuestro favor, su fortaleza supliendo nuestra necesidad, y habilitándonos para que lo imposible se vuelva realidad.
Uno de los aspectos más conmovedores de nuestro amado Dios, es el cariño especial que tiene por el débil, el necesitado, el que está solo, y el que se encuentra en alguna desventaja; su cuidado se manifiesta, supliendo cualquier necesidad, y convirtiéndola en fortaleza y bendición.
Todo esto es posible para Aquél que nos amó hasta la muerte, tanto como para llevar en su propio cuerpo nuestro dolor, nuestra enfermedad, para que, de tal manera disfrutemos de toda libertad, salud total y victoria frente a las adversidades.
HABLEMOS CON DIOS
“Amado Padre, en la oscuridad he visto tu luz; en la dificultad, tu ayuda; en la duda, tu respuesta; has sabido convencerme, todo lo que creía imposible, Tú lo has hecho posible. Tu victoria en la cruz, es mi bandera que me motiva a continuar creyendo. Gracias por vencer las adversidades que se me presentan. Enséñame a confiar cada vez más en ti, Amén”.