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miércoles, 29 de agosto de 2012

El Corazón y la Benignidad


La benignidad empieza en el corazón
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia;” (Colosenses 3:12)

PASAJE COMPLEMENTARIO: Gálatas 5:22-23

La benignidad y la bondad son virtudes valiosas y necesarias, porque ellas prueban el bien del prójimo y nos identifican con el carácter de Dios, porque Él es el único realmente bueno y benigno.

La benignidad procura endulzar afablemente los corazones iracundos con palabras suaves y actos de misericordia, llevando esperanza. Es más, el alma que goza de benignidad es como una lámpara llena de aceite: con el buen ejemplo ilumina a los que van errados, unge con una suave conversación a los afligidos, sirve de medicina mediante sus virtudes al alma áspera, y sobre todo contagia de ese amor Divino y Sobrenatural.

Además, la persona benigna sabe escuchar sin impacientarse por la torpeza de la ignorancia ajena, o por la timidez del que se le acerca; trata sin dureza, sin maltratar, perdonando. La benignidad es lo contrario de la severidad, de la aspereza del malhumorado, o de la frialdad del indiferente.

No tenemos en nuestro idioma el término que exprese apropiadamente el significado de esta palabra: ya que la benignidad, se usa únicamente para significar dulzura y esta clase de dulzura consiste en manejar a los demás con gusto, cordialmente, con alegría, sin sentir la dificultad que siente los que tienen la benignidad sólo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo.

Del mismo modo podemos decir que la bondad es muy similar a la benignidad, podemos decir que es el amor en acción. La bondad es una expresión del amor, la cual hace que el alma sea noble y caritativa, inspira al sacrificio y las acciones loables nunca faltan. En otras palabras, la bondad genuina es nuestra respuesta al amor de Dios, como nos lo muestran las Sagradas Escrituras.

HABLEMOS CON DIOS

“Mi Señor, en este día te ruego que me permitas desarrollar en mi vida la bondad, la benignidad y el amor genuino hacia mis semejantes. Gracias porque me has provisto de la cantidad de amor suficiente para que también yo ame a quienes me rodean, Amén”.

Lolita Cruz de Chamorro.

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