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martes, 25 de septiembre de 2012

El verdadero manantial


Jesús, manantial de vida
“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38)

PASAJE COMPLEMENTARIO: Juan 3:1-5

La invitación que Cristo hace es para todos aquellos que deseen acercarse a Él, la condición es creer que Jesús es la única fuente inagotable de vida. Él es el manantial puro que cualquier sediento anhelaría; recordemos que espiritualmente todos los seres humanos necesitamos ser saciados. Todo nuestro ser requiere del agua viva que nos ofrece Cristo.

Una vida que no toma de esta agua, se seca, se marchita, se muere de sed. Esto significa una vida sin sentido, colmada de amargura, de quebrantos, preocupaciones, son vidas sin fruto. El problema real no es tener sed, sino a donde recurrimos para saciarnos; solo cuando nos acercamos a Cristo, como lo dice Él, creyendo, nuestro interior será saciado de su llenura, de la llenura del Espíritu Santo, y es Él quién se transforma en esos manantiales, ríos inagotables de agua viva; es decir, su acción sanadora nos convierte en personas llenas de amor, de gracia, disfrutando de salud total, armonía y paz interior; estaremos capacitados para amar a otros.

Jesucristo durante su ministerio influyó en sus seguidores, invitándolos a conocer el reino de los cielos; instándoles para que nacieran de nuevo, lo que significaba aceptarle en sus corazones, y que creyeran que Él había sido enviado por el Padre. Con toda seguridad los hombres y mujeres que aceptaron esta invitación comenzaron de inmediato a experimentar la vida abundante, y a disfrutar de los ríos de agua viva. No olvidemos el caso de Nicodemo, la mujer samaritana, los mismos discípulos, y muchos otros. La invitación y el ofrecimiento de Jesús es el mismo hoy en día para usted y para mí; todos los días tenemos libertad de acercarnos al Señor, solo creamos y aceptemos beber del agua de vida.

HABLEMOS CON DIOS

“Padre bueno, ¡Qué precioso regalo! ¡Qué magnífica promesa! Hoy también dispongo mi corazón para creerte y obedecerte, pues anhelo la maravillosa presencia de tu Espíritu en mi vida, satisfaciendo la sed de mi alma”.

Lolita Cruz de Chamorro.

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