El secreto de la paz
“Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Salmo 119:165)
PASAJE COMPLEMENTARIO Juan 14:15-31
En nuestro diario caminar, por lo general, siempre tendremos motivos para experimentar diferentes estados de ánimo, muchos de los cuales se convierten en verdaderos conflictos que nos abaten y nos quitan la tranquilidad. Pero la promesa del Señor es que en medio de cualquier circunstancia adversa, podemos tener paz en nuestro espíritu, sosiego y equilibrio en nuestra alma y aún, bienestar, fuerza y vigor en nuestro cuerpo; esto es posible porque la presencia de Dios, la cual es la fuente inagotable de todo bien y de todo poder, es una promesa inquebrantable que Jesús nos hizo, con tan sólo creer en Él y amarlo a través de nuestra obediencia a sus principios.
Esta fue la preciosa enseñanza que Jesús dejó a sus discípulos, la cual les llenó de consuelo y esperanza. Si amaban a Jesús realmente, vivirían como Él les enseñó, guardarían sus mandamientos y los pondrían por obra, así reproducirían la vida de Cristo por todas partes. Entonces, fruto de este amor verdadero, el Espíritu Santo haría morada en sus corazones y nunca más se sentirían solos; por el contrario, disfrutarían de una paz indescriptible y sobrenatural que quitaría para siempre su temor y su confusión.
Muchas veces nos preguntamos cómo hacer para no equivocarnos, para no tropezar tanto en la vida; o qué tenemos que hacer para poder experimentar a diario esa paz que intuimos, el mundo no nos puede dar. Esta porción de la Biblia es muy clara: La única manera de vivir y disfrutar esa paz completa y verdadera, es amando, meditando y obedeciendo la ley de nuestro Padre Dios.
Es necesario aprender que los mandamientos de Dios no son un código rígido, sino la voz de un Padre que nos ama. Sus leyes nos guardan de hacer y hacernos daño, nos permiten andar en rectitud e integridad delante de Dios y de los seres humanos, nos dan sabiduría para vivir. Por eso el salmista escribe con tanta gratitud, pues en la palabra de Dios él encuentra más que dirección: Halla a Dios mismo y, donde está Dios no falta nada. Donde está Dios, está la paz que tanto anhelamos. A lo largo de mi vida he encontrado que este es el camino más sencillo para ser feliz, vivir en paz y tenerlo todo, ¿y usted?
HABLEMOS CON DIOS
“Amado Padre, hoy te digo como el salmista: Enséñame tus estatutos. Anhelo mucha paz, pero hoy entiendo que para tenerla debo aprender a amar tus mandamientos y tus preceptos, porque ellos son vida para mí, me llevan por el camino del bien, me guardan de peligros y males, de tropiezos y aflicciones. Ellos me conducen por sendas de excelencia. Hoy decido buscar tu ley, decido buscarte a ti, porque así encontraré tu paz. Amén”.
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