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viernes, 5 de octubre de 2012

De rodillas ante Dios (parte 1)


“Hijitos míos, no os engañéis ahora, porque Jehová os ha escogido a vosotros para que estéis delante de él y le sirváis, y seáis sus ministros, y le queméis incienso” (2 Crónicas 29:11)

PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 66:13-20: Marcos 9:2-29

Así como el ejercicio físico mantiene en buenas condiciones el estado de nuestro cuerpo, así la oración mantiene nuestra vida espiritual sana, dinámica y vigorosa. Es necesario aprender a cultivar una vida rica de oración y de estudio de la Biblia, como elementos esenciales para mantener y disfrutar de los beneficios de la vida cristiana en forma permanente.

Jesucristo con su propia vida nos hace conscientes de la importancia de una búsqueda incesante de la presencia del Padre a través de la oración, como nuestra más grande necesidad y como el real propósito para el cual Dios nos ha escogido. En múltiples ocasiones, las Sagradas Escrituras nos relatan aquellos sublimes tiempos tan definitivos en la vida del Hijo de Dios. Era habitual por ejemplo, que el Señor se levantara de madrugada, y aún muy oscuro, se apartara solo a un monte para orar. También lo vemos buscando el legítimo descanso espiritual y físico, luego de una extenuante jornada de trabajo y cuando todo el mundo procuraba retirarse a su casa para reposar, no en el sueño corporal sino en la soledad con su Padre. Podía pasar noches enteras orando, tomando fuerzas, aliento y dirección. Nunca estuvo cansado como para no orar. Sabía que el éxito de su ministerio dependía de buscar a su Padre en oración.

Antes de tomar decisiones trascendentales como la de elegir quienes le acompañarían en su ministerio y continuarían su labor, también pasó mucho tiempo en oración. Antes de ir con la gente para sanarles, liberarles y enseñarles, Él se suplía de la fuente inagotable de poder sobrenatural a través de la oración, como en el evento de la transfiguración, donde toda la gloria del Padre se hace manifiesta en su rostro y hasta en sus vestiduras.

Inmediatamente baja al valle y encuentra a un joven que necesita ser liberado de un espíritu que lo atormentaba de la manera más terrible y a quienes sus propios discípulos no habían podido ayudar. Con una palabra llena de poder de lo alto, Jesús libera a este joven de su espantosa atadura. Ha pensado qué trascendentales eventos sucedieron después de cada oración y qué habría sucedido si Jesús no hubiera recibido dirección de su Padre a través de la oración. ¿Consulta usted a Dios todos los días y antes de tomar cualquier decisión? Si Jesús, el Hijo de Dios con todo su poder, necesitaba orar, ¡cuánto más nosotros con todas nuestras debilidades y necesidades!

HABLEMOS CON DIOS

“Amado Dios, gracias por recordarme que mi prioridad es estar delante de Ti, que es en tu Presencia donde Tu Espíritu me fortalece, me enseña y guía para vivir cada día como digno hijo tuyo, trascendiendo a la eternidad”.

Lolita Cruz de Chamorro.

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