Dios fuente de salud integral
“Y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador” (Éxodo 15:26)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Deuteronomio 7:9-15; Salmo 32:1-11
Nuestro espíritu está diseñado para estar en comunión con Dios y recibir el fluir del agua viva que es su amor, dando equilibrio y armonía a todo nuestro ser, manteniendo la salud o permitiéndonos recuperarla si la hemos perdido. Por el contrario, una vida ajena a Dios o no entregada a su señorío trae como consecuencia que el espíritu y el alma queden expuestos al inclemente sol de las presiones externas y de nuestra misma naturaleza pecaminosa que batalla en nuestro interior por tomar el control de nuestra vida.
El terreno de nuestra alma termina convertido en un desierto, una tierra seca que se resquebraja, surgiendo en medio de sus grietas, como gigantescos cardos y espinos, los conflictos. Todo este desequilibrio es comunicado finalmente a nuestro cuerpo, quien como una esponja recibe todo lo que afecta al espíritu y al alma, reaccionando con enfermedades de diversa índole.
Ante esta dura realidad, se erige la voz esperanzadora de nuestro Padre celestial: “Yo soy Jehová tu sanador”. Los hijos de Dios debemos sentirnos seguros y felices, pues tenemos un Terapista divino que puede resolver todas nuestras necesidades, ya sea que pertenezcan al espíritu, al alma o al cuerpo. Él puede sanar todos nuestros conflictos y heridas. Él puede llenar todos nuestros vacíos y resolver todas nuestras necesidades. A través de su Hijo, nuestro Padre Dios nos ha manifestado la abundancia y generosidad de su amor, y la sanidad integral para nuestra vida forma parte de su propósito. Es inexplicable entonces cómo siendo hijos amados de Dios, no estemos disfrutando de esta salud completa y total.
Recordemos lo que nos dice Juan 10:10b: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” y 3 Juan 2: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”.
Podemos sentirnos totalmente seguros al abandonarnos en las manos del Terapista por excelencia, Jesucristo, ya que su principal motivación para sanarnos es, más que su poder, su infinito amor. ¡Usted puede apropiarse hoy de ése amor, agradecerle y disponerse a disfrutar de salud total!
HABLEMOS CON DIOS
“Padre bueno, humildemente reconozco que alejarme de ti es tristeza, desasosiego y enfermedad para mi espíritu, alma y cuerpo, pero el acercarme, es el bien, y el disfrutar de tu amor, mi salud. Por eso renuevo mi entrega a ti este día, rindo mi vida a tu señorío, para que tu Santo Espíritu traiga la armonía y el equilibrio que todo mi ser necesita. Así me mantendré sano(a) y seré feliz, Amén”.
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