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sábado, 17 de marzo de 2012

Nuestra Herencia

Cuidando nuestra herencia


“He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta” (Salmo 127:3-5)

PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 128:1-6; Deuteronomio 28:4

Ser padres es una de las experiencias más hermosas. No hay palabras para explicar lo que un nuevo padre siente cuando por primera vez fija su mirada en los ojos de su hijo recién nacido. Es indescriptible ver esos pequeños seres humanos brotar como capullos y comenzar a crecer, a aprender y a desarrollar todo su potencial. ¿Y qué decir de aquel sublime instante cuando sus primeras palabras son: papá, mamá?

Tenemos que reconocer que ser padres es un privilegio dado por Dios, un Dios bueno y misericordioso, que nos ha confiado la hermosa responsabilidad de educarlos, guiarlos y acompañarlos paso a paso, de tal manera que crezcan no sólo en estatura, sino en sabiduría y gracia ante Dios y ante la sociedad, hasta que lleguen a formarse en hombres y mujeres de bien, que sean luminares que resplandezcan en un mundo que se encuentra en tinieblas.

Pero esta labor no podremos cumplirla jamás, a menos que comprendamos plenamente el significado de los hijos: Son un regalo de Dios para nuestras vidas, la herencia que Él nos ha dejado para que la cuidemos con tenacidad y paciencia, para no perderla, para no desperdiciarla, sino por el contrario, para que crezca y se multiplique.

Dios nos ha dado en su Palabra las instrucciones precisas para no fracasar y su promesa de estar con nosotros, si le obedecemos. Podemos fallar o equivocarnos en cualquier tarea que emprendamos en esta tierra, pero no tenemos derecho a fracasar con nuestros hijos, por cuanto es nuestra obra que perdurará aún después de nuestra muerte.

¡Nunca es tarde para comenzar! Y recuerde… cuidarles y educarles correctamente requiere lo mejor de nosotros mismos: tiempo, esfuerzo, recursos, pero lo más importante es el amor.

HABLEMOS CON DIOS

“Padre, qué maravilloso privilegio el que Tú me has dado. Gracias por el regalo de tu presencia en mi vida, la cual me asegura el éxito como padre o madre. Hoy rindo mi vida a ti para que me enseñes a ser un padre tan amoroso y especial como Tú. Muéstrame el camino y guíame con tu Santo Espíritu. Te entrego la vida de mis hijos y los bendigo en el nombre de Jesús, Amén”

Lolita Cruz de Chamorro.

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