El verdadero amor
“El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo” (1 Juan 2:10)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Mateo 22:36-40, Romanos 13:10
En el momento en que recibimos a Jesucristo como Señor y Salvador, nos iniciamos en el proceso de salud total; conocer la aceptación y el amor incondicional de Dios dándonos a su Hijo, es el punto de partida en el proceso de sanidad. Su verdad es aceptada en nuestro corazón y se convierte en vida, la vida de Cristo; comenzando a manifestarse nuevos pensamientos, actitudes y conductas.
Podemos revisar nuestro ser interior y comprender la necesidad de cambiar. Damos pasos de fe en dirección a la fuente de amor y, entonces, Él derrama su gracia, nos sana y restaura. Así mismo, nos da una nueva capacidad para amar y relacionarnos de manera constructiva con quienes nos rodean. Podemos afirmar que el hilo conductor que garantiza el éxito en este proceso de restauración y transformación personal, es el amor. Pero también lo sigue siendo en la restauración de nuestras relaciones interpersonales. Lo más maravilloso es que este amor viene de Dios para los demás a través de nosotros. Es decir, su origen es espiritual. Esto significa que este amor, cuya raíz griega es “ágape”, posee unas características que lo hacen precioso y absolutamente benéfico, las cuales son descritas por el apóstol Pablo en 1 Corintios 13:4-8:
Es sufrido: Paciente con las imperfecciones de las personas, asumiendo el compromiso de ayudarlas a acercarse a Aquel que las puede sanar
Es benigno: Es activo en hacer el bien. Tiene una benevolencia incondicional No tiene envidia: No es posesivo ni celoso. Es seguro y disfruta la bendición que Dios le da y por tanto busca lo mejor para los demás, alegrándose en sus bendiciones
No es jactancioso: No hace ostentación de sí mismo
No se envanece: No es soberbio, vanidoso o arrogante No hace nada indebido: Es delicado, amable y compasivo. Da buen ejemplo
No busca lo suyo: Tiene en cuenta las necesidades de los demás. Desea lo mejor para el otro, aun cuando eso implique ir más allá de los propios deseos
No se irrita ni guarda rencor: Descubre en las ofensas de otros, oportunidades para ayudarles.
No lleva cuentas de cuánto le han hecho sufrir
Todo lo cree: Cree lo mejor de los demás, no es suspicaz
Todo lo espera: Es paciente, no se desanima con la gente, cree en su futuro
Nunca deja de ser: El amor es una decisión, un compromiso, no es una emoción.
No depende de lo que los demás hagan.
No tiene nada que ver con el agrado o el afecto, sino con la presencia de Dios, el amor perfecto, en mí.
¿Esta usted experimentando esta calidad de amor verdadero y eterno?
HABLEMOS CON DIOS
“Padre amado, al conocer las características del verdadero amor, me siento conmovido al saber que así me amas tú a mí. Que de todo esto puedo disfrutar día a día a plenitud. Te pido Señor que tu amor inunde cada día mi ser para que pueda brindarlo a otros y sembrar esperanza al mundo que tanto lo necesita. Amén”
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