El nombre que hace maravillas
“Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16:24)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Juan 14:1-14
No hay nada más alentador que entender por revelación del Espíritu Santo que Dios es nuestro Padre, y que como tal, su mayor deleite es ver felices a sus hijos, saber que disfrutan de bienestar, paz, gozo, seguridad y que nada les falta. ¡Qué maravilloso es entender el amor de Dios manifestado de tantas y tantas formas! Por ejemplo, su firme intención de bendecirnos, la buena y perfecta voluntad que tiene para con nosotros, las santas motivaciones y puras intenciones que tiene para con cada uno, sus pensamientos de bien y de paz para todos los hombres y mujeres sobre la tierra. El rey David resume lo que Dios está dispuesto a hacer por nosotros en esta hermosa declaración: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recogerá” (Salmo 27:10).
El problema por el cual el hombre no disfruta del amor de Dios y de su bendición, es el mismo desde la creación: la desconfianza. Esto fue lo que le impidió a Adán percibir el carácter santo de Dios, a través del trato y de las instrucciones que le daba. Se dejó engañar por la serpiente, el enemigo de las almas, quien le hizo pensar que tal vez las intenciones de Dios no eran buenas.
¿Ha permitido que la desconfianza le aleje de Dios y de la bendición que tiene para su vida? Recuerde que Jesús es nuestra garantía de que toda petición será escuchada por el Padre Celestial. Orar en el nombre de Jesús, es reconocer que como hijo de Dios vivió una vida de obediencia perfecta a su Padre, ganando para sí y para nosotros la maravillosa promesa: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones” (Salmo 2:7-8).
Así que, creyendo en Jesús como Señor y Salvador, dispóngase a ver la gloria de Dios, pidiendo en su nombre todo aquello que hará notorio su gran poder e infinito amor.
HABLEMOS CON DIOS
“Mi buen Señor, perdóname porque muchas veces permito que la duda se interponga entre los dos llevándome a desconfiar de ti. Desde hoy me acercaré con confianza, con la confianza del Hijo, pediré en su nombre y esperaré lo mejor”.
PASAJE COMPLEMENTARIO: Juan 14:1-14
No hay nada más alentador que entender por revelación del Espíritu Santo que Dios es nuestro Padre, y que como tal, su mayor deleite es ver felices a sus hijos, saber que disfrutan de bienestar, paz, gozo, seguridad y que nada les falta. ¡Qué maravilloso es entender el amor de Dios manifestado de tantas y tantas formas! Por ejemplo, su firme intención de bendecirnos, la buena y perfecta voluntad que tiene para con nosotros, las santas motivaciones y puras intenciones que tiene para con cada uno, sus pensamientos de bien y de paz para todos los hombres y mujeres sobre la tierra. El rey David resume lo que Dios está dispuesto a hacer por nosotros en esta hermosa declaración: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, el Señor me recogerá” (Salmo 27:10).
El problema por el cual el hombre no disfruta del amor de Dios y de su bendición, es el mismo desde la creación: la desconfianza. Esto fue lo que le impidió a Adán percibir el carácter santo de Dios, a través del trato y de las instrucciones que le daba. Se dejó engañar por la serpiente, el enemigo de las almas, quien le hizo pensar que tal vez las intenciones de Dios no eran buenas.
¿Ha permitido que la desconfianza le aleje de Dios y de la bendición que tiene para su vida? Recuerde que Jesús es nuestra garantía de que toda petición será escuchada por el Padre Celestial. Orar en el nombre de Jesús, es reconocer que como hijo de Dios vivió una vida de obediencia perfecta a su Padre, ganando para sí y para nosotros la maravillosa promesa: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones” (Salmo 2:7-8).
Así que, creyendo en Jesús como Señor y Salvador, dispóngase a ver la gloria de Dios, pidiendo en su nombre todo aquello que hará notorio su gran poder e infinito amor.
HABLEMOS CON DIOS
“Mi buen Señor, perdóname porque muchas veces permito que la duda se interponga entre los dos llevándome a desconfiar de ti. Desde hoy me acercaré con confianza, con la confianza del Hijo, pediré en su nombre y esperaré lo mejor”.
Lolita Cruz de Chamorro.
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