La oración trae milagros a la familia
«Aprendan a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios». (1 Timoteo 5:4).
PASAJE COMPLEMENTARIO: Mateo 18:18-20; 1 Tesalonicenses 3:11-4:12
La oración no es un ritual, es una relación muy especial, en donde los dos participantes intervienen de una manera dinámica. Esto quiere decir que Dios, no es indiferente a nuestras oraciones. Usted no se imagina, cuánta reacción en el cielo puede producir un clamor suyo, y sobre todo, cuando se refiere a su familia, pues, Dios es el autor y diseñador de ella, y el principal interesado en que se cumpla el propósito para el que fue creada.
Para ver milagros a través de la oración, debemos tener una mente abierta al cambio; permitir que la Palabra de Dios renueve nuestro entendimiento; de esta manera, aceptaremos los planes y las instrucciones que Dios nos comunica (Hebreos 10:7).
Antes de que Dios cambia nuestra familia, debemos permitirle que primero nos renueve a nosotros, para que luego, se produzca el milagro que esperamos ver en el interior de nuestros hogares. Cuando Dios se propone realizar un cambio en nuestra vida, la señal de progreso es su intervención en todas las áreas, creando como resultado, crecimiento espiritual.
Sin embargo, para muchos, los cambios son molestos, producen ansiedad y temor, a tal punto que preferirían seguir como siempre han estado, y como consecuencia de esto, nada especial sucede.
Todos los hijos de Dios, aunque poseemos principios constantes, estamos llamados a vivir en progreso permanente, ya que debemos sustituir nuestra naturaleza humana, llena de ataduras, debilidades y heridas, por la naturaleza divina del Señor, que nos limpia, nos hace nuevas criaturas, y nos llena del poder del Espíritu Santo. En la medida en que este proceso se dé en nuestra vida, se hará extensivo a nuestra familia.
HABLEMOS CON DIOS:
“Padre bueno, cuántas gracias te doy por el privilegio que me das de tener una familia, entiendo que es un regalo que Tú me haces, por ello te pido que me enseñes a orar por los míos, a lograr unidad familiar a través de los tiempos de oración, intercediendo los unos por los otros. Hoy te ruego me llenes de tu Santo Espíritu; porque así podré ser de gran bendición para mi familia. Amén”
PASAJE COMPLEMENTARIO: Mateo 18:18-20; 1 Tesalonicenses 3:11-4:12
La oración no es un ritual, es una relación muy especial, en donde los dos participantes intervienen de una manera dinámica. Esto quiere decir que Dios, no es indiferente a nuestras oraciones. Usted no se imagina, cuánta reacción en el cielo puede producir un clamor suyo, y sobre todo, cuando se refiere a su familia, pues, Dios es el autor y diseñador de ella, y el principal interesado en que se cumpla el propósito para el que fue creada.
Para ver milagros a través de la oración, debemos tener una mente abierta al cambio; permitir que la Palabra de Dios renueve nuestro entendimiento; de esta manera, aceptaremos los planes y las instrucciones que Dios nos comunica (Hebreos 10:7).
Antes de que Dios cambia nuestra familia, debemos permitirle que primero nos renueve a nosotros, para que luego, se produzca el milagro que esperamos ver en el interior de nuestros hogares. Cuando Dios se propone realizar un cambio en nuestra vida, la señal de progreso es su intervención en todas las áreas, creando como resultado, crecimiento espiritual.
Sin embargo, para muchos, los cambios son molestos, producen ansiedad y temor, a tal punto que preferirían seguir como siempre han estado, y como consecuencia de esto, nada especial sucede.
Todos los hijos de Dios, aunque poseemos principios constantes, estamos llamados a vivir en progreso permanente, ya que debemos sustituir nuestra naturaleza humana, llena de ataduras, debilidades y heridas, por la naturaleza divina del Señor, que nos limpia, nos hace nuevas criaturas, y nos llena del poder del Espíritu Santo. En la medida en que este proceso se dé en nuestra vida, se hará extensivo a nuestra familia.
HABLEMOS CON DIOS:
“Padre bueno, cuántas gracias te doy por el privilegio que me das de tener una familia, entiendo que es un regalo que Tú me haces, por ello te pido que me enseñes a orar por los míos, a lograr unidad familiar a través de los tiempos de oración, intercediendo los unos por los otros. Hoy te ruego me llenes de tu Santo Espíritu; porque así podré ser de gran bendición para mi familia. Amén”
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