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lunes, 26 de diciembre de 2011

¿La unidad en Dios hace la perfección?

Perfectos en unidad

“La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:22,23)

PASAJE COMPLEMENTARIO: Juan 17:21-23, Efesios 4:13

La unidad es el fundamento de la paz, la base y condición necesaria para todo progreso y desarrollo humano.

El ser humano siempre ha buscado la unidad y la paz, en situaciones externas, pero no en su corazón. Ha desconocido a lo largo de su existencia sobre la tierra, que la paz social se produce cuando los corazones de los seres humanos se encuentran reconciliados y esto sólo puede suceder, cuando se da paso al amor sanador, perdonador y restaurador de Dios.

Lo primero que tiene que suceder es que nos reconciliemos con Dios, para luego vivir en unidad con Él, en una verdadera comunión que nos transforma y renueva cada día. Es allí donde obtenemos la fuerza y el poder necesario para vivir produciendo bendición a todo lo que tocamos y a todo lo que nos rodea. Tomemos ejemplo del mismo Señor Jesucristo, la vida más fructífera, productiva e impactante jamás vivida. Su prioridad era alzar sus ojos al cielo cada día, pues es de arriba que viene el poder para ser felices y hacer el bien, el amor inspirador que nos motiva a dedicarnos a los propósitos divinos.

Jesucristo siempre tuvo su mirada dirigida a los cielos. Buscaba a su Padre para ser uno con Él y esta unidad le traía descanso, aliento, una renovada fuerza cada vez. Era también en esa unidad perfecta, donde el Padre se glorificaba y complacía al Hijo a causa de su obediencia perfecta, y donde el Hijo disfrutaba a plenitud el respaldo incondicional y el amor perfecto de su Padre celestial.

Con toda certeza puedo afirmar, que la obediencia del Hijo era respuesta al profundo amor que experimentaba cada día en esta dulce unidad. ¿El resultado? La cruz. Esa cruz que nos ha librado del poder del pecado, para que podamos disfrutar como Él, la unidad perfecta que nos trae la verdadera y definitiva paz.

HABLEMOS CON DIOS:

“Padre amado, hoy vuelvo mis ojos al cielo y quiero mantenerme así, experimentando tu perfecto amor que me inspira y me da fuerzas para perdonar, para amar, y vivir en completa paz”.
Lolita Cruz de Chamorro.

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