Un gran anuncio
“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1: 31-33)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Lucas 1: 26-38
Debemos celebrar la Navidad con una actitud de expectativa, alegría y gratitud, pues ella constituye la mejor noticia, las buenas nuevas, el acontecimiento más importante para el mundo entero, el más grande mensaje de gozo y esperanza que puede recibir el corazón humano y la creación entera: El nacimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
La Navidad es el cumplimiento del plan de salvación, y por tanto, el cumplimiento de todas las promesas hechas por Dios para la humanidad. El hombre había caído, se había separado de Dios, pero Él había prometido rescatarlo. Él daría un Salvador, el cual no podía ser otro que Él mismo. Envía entonces a su Hijo, dándonos la mayor prueba de su perfecto y completo amor. (Lucas. 1:32-33, Juan 3:16).
Celebrar la navidad es disfrutar de ese maravilloso e incomparable amor, que nos lleva a vivir de una manera digna, libre, próspera y feliz. Además, celebrar la Navidad es enriquecernos con las preciosas lecciones de fe, amor, obediencia y entrega incondicional a Dios, que nos han dejado sus protagonistas y de esta manera, asumir actitudes y tomar decisiones que nos lleven a nosotros también, a vivir para un propósito trascendental y eterno.
Muchos escuchan con incredulidad el mensaje de la Salvación, pues no comprenden cómo Dios puede hacer algo tan maravilloso y darnos un regalo tan inmerecido. No entendemos cómo Dios puede cambiar nuestra vida, hacernos personas nuevas, restaurar nuestro hogar, hacer que nuestros hijos vuelvan a casa, sanarnos de una grave enfermedad, solucionar una grave crisis económica. Pero el mensaje de Navidad revelado primeramente a María, fue un mensaje de poder y de victoria: Nada hay imposible para Dios. Él tiene todas las cosas bajo control, Él puede hacer florecer el desierto, nada le resulta difícil. María lo creyó y no dudó, así que vio el extraordinario milagro de la vida divina brotando en su vientre. Por su fe, llegó a ser el instrumento usado por Dios para sus planes divinos. (Lucas. 1:34-37)
Ante este mensaje, todo ser humano tiene que dar una respuesta. Es tan claro, tan contundente, tan definitivo, que nadie puede ser indiferente a él. En el caso de María, encontramos un corazón totalmente sensible a la voz de Dios. Ella escucha con atención, sin anticipar una respuesta hasta no saber todo lo que Dios tiene que decirle. No se previene, no se siente intimidada. Permite que Dios disipe sus dudas y quite todos los temores. Percibe el gran privilegio que Dios le está dando, y por el corazón tierno y amoroso que ha cultivado para con Dios, al igual que el conocimiento de las escrituras, entonces puede dar una respuesta correcta. No sólo esta respuesta le concede su propia salvación sino la convierte en instrumento de salvación para el mundo. (Lucas. 1:38)
¿Qué respuesta tiene usted, ante el mensaje de la salvación?
HABLEMOS CON DIOS
“Señor Jesús, yo creo en Ti como el más grande regalo para mi vida. Te reconozco como mi Señor y Salvador. Creo que por tu muerte en la cruz me has reconciliado con el Padre y que tienes para mí una vida nueva. Te declaro el Dueño y Señor de mi vida para siempre. Amén”.
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