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martes, 27 de diciembre de 2011

¿Dios es nuestra única confianza?

Una verdadera confianza

«Bienaventurados todos los que en Él confían.» (Salmo 2:12b)

PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 119:97-112; Lamentaciones 3:22-26.

Cuando miramos a una persona, adquirimos la percepción de ella, basada en los sentimientos y las impresiones; se hace necesario entablar una relación de comunicación, si queremos conocerla de verdad; cuánto más diálogo y relación tengamos con la persona, tanto más será la influencia que ésta ejerza sobre nuestra vida. Igualmente sucede con Dios y su Palabra; es imposible comprobar la salud y la libertad que Dios nos transmite a través de su Palabra, sin una relación creciente con ella.

Cuando nos entregamos a Dios, Él nos conduce en sus brazos de amor, a través de su Palabra, hacia el equilibrio en las tres áreas del ser humano: espíritu, alma y cuerpo. El Dios cercano, el que nos hizo y formó, sale a nuestro encuentro cada día, con un ofrecimiento ilimitado de Gracia, como regalo de amor. Esto significa que podemos depositar en Él: victorias, derrotas, alegrías y tristezas, fracasos y éxitos ¡Hemos encontrado lo que buscamos!

Bienaventurados los que ponemos nuestra confianza en el Creador, y aplicamos en nuestra vida su Palabra, pues esta nos ajusta de tal manera que avanzamos felices; con una mente sana, emociones controladas y voluntad firme al servicio de objetivos claros y definidos. La Biblia tuvo su origen en la mente de Dios, y es a través de ella como deben ser formados nuestros pensamientos, reguladas nuestras emociones y moldeada nuestra voluntad.

Para comprender mejor lo anterior, es necesario recordar que nuestro Padre Dios es fiel. Él es digno de nuestra fe y confianza, guarda su Pacto y sus promesas, cumple su Palabra; Él no cambia, es inmutable. En una sociedad donde la infidelidad es común, las personas se desarrollan en un ambiente de desconfianza y temor. Sólo los que confían en Dios, pueden descansar en Él, porque, «Su fidelidad es incomparable». Aunque nosotros seamos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo. De ahí que podemos descansar, no permitir que la ansiedad, el temor y el pesimismo nos dominen. Comprender la fidelidad de Dios, debe conmover nuestro corazón, ya que sin merecerlo, siempre contamos con su amor, su provisión y su cuidado.

¿Dónde encontraremos otro amor semejante al suyo?

HABLEMOS CON DIOS

“Amado Padre, hoy quiero deleitarme en Ti, en tu Presencia, pues es allí donde me sustentas, me sanas, me fortaleces, me haces libre de esquemas y paradigmas que me esclavizan y me llenas de tu amor incondicional. Padre amado, qué bueno es saber que no hay nadie como Tú, que a pesar de nuestra infidelidad, Tú permaneces fiel. Gracias porque no dejas de amarme, nunca cambias. Sólo te pido me lleves a no ser más indiferente a tan precioso regalo. Tomo hoy la decisión de seguirte con todo el corazón, de amarte con todas las fuerzas y nunca mirar atrás. Amén”.
Lolita Cruz de Chamorro.

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