Un mensaje de esperanza
«Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta» (Mateo 2:5)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Miqueas 5:2-4; Mateo 2:1-12; Lucas 2:1-20
Es sorprendente... los seres humanos perdemos grandes oportunidades de conocer a Dios y disfrutar su trato de amor y su bendición. Los sabios de la época de Jesús, los estudiosos de las Escrituras y, supuestamente, conocedores de las profecías, estaban presenciando el más extraordinario evento de la historia de la humanidad; la llegada del tan esperado Mesías.
Ante sus ojos se estaba dando cumplimiento a gran cantidad de profecías que durante años habían mantenido la fe y la esperanza del pueblo judío. Sin embargo, no fueron diligentes para indagar y comprobar si ese niño de Belén, que había ocasionado el viaje de unos reyes sabios desde países muy lejanos, nacido en el lugar y en las condiciones anunciadas por las profecías, podría tratarse del Mesías anhelado.
Descartaron de inmediato dicha posibilidad, aunque las evidencias señalaban que la profecía se había cumplido. Perdieron la maravillosa oportunidad de contemplar con sus propios ojos al hijo de Dios y extasiarse en la belleza del Salvador del mundo.
Por el contrario, los magos, hombres sabios y de gran riqueza y poder político, atentos a las señales del cumplimiento de las profecías, entendieron al ver la señal, que el tiempo había llegado. Ellos no podían perder semejante suceso. Superando incomodidades, tiempo y obstáculos, viajaron desde países muy lejanos para contemplar con sus propios ojos el milagro de amor más grande que la humanidad hubiera visto jamás.
¡Que bendición tan grande, contemplar el rostro de Jesús, rendirse delante de Él, entregándole los más preciados tesoros!
HABLEMOS CON DIOS:
“Padre bueno, cuántas gracias yo te doy porque no merecía el regalo de tu amor, pero en Jesucristo, lo puedo tener y disfrutar. Qué grato saber que Tú realizaste este plan de salvación para todos los seres humanos, que no te importó entregar lo mejor de Ti para nuestra salvación. Por eso, que sea yo un instrumento fiel para que tu Espíritu siga tocando los corazones de aquellos que no te conocen. Amén”.
PASAJE COMPLEMENTARIO: Miqueas 5:2-4; Mateo 2:1-12; Lucas 2:1-20
Es sorprendente... los seres humanos perdemos grandes oportunidades de conocer a Dios y disfrutar su trato de amor y su bendición. Los sabios de la época de Jesús, los estudiosos de las Escrituras y, supuestamente, conocedores de las profecías, estaban presenciando el más extraordinario evento de la historia de la humanidad; la llegada del tan esperado Mesías.
Ante sus ojos se estaba dando cumplimiento a gran cantidad de profecías que durante años habían mantenido la fe y la esperanza del pueblo judío. Sin embargo, no fueron diligentes para indagar y comprobar si ese niño de Belén, que había ocasionado el viaje de unos reyes sabios desde países muy lejanos, nacido en el lugar y en las condiciones anunciadas por las profecías, podría tratarse del Mesías anhelado.
Descartaron de inmediato dicha posibilidad, aunque las evidencias señalaban que la profecía se había cumplido. Perdieron la maravillosa oportunidad de contemplar con sus propios ojos al hijo de Dios y extasiarse en la belleza del Salvador del mundo.
Por el contrario, los magos, hombres sabios y de gran riqueza y poder político, atentos a las señales del cumplimiento de las profecías, entendieron al ver la señal, que el tiempo había llegado. Ellos no podían perder semejante suceso. Superando incomodidades, tiempo y obstáculos, viajaron desde países muy lejanos para contemplar con sus propios ojos el milagro de amor más grande que la humanidad hubiera visto jamás.
¡Que bendición tan grande, contemplar el rostro de Jesús, rendirse delante de Él, entregándole los más preciados tesoros!
HABLEMOS CON DIOS:
“Padre bueno, cuántas gracias yo te doy porque no merecía el regalo de tu amor, pero en Jesucristo, lo puedo tener y disfrutar. Qué grato saber que Tú realizaste este plan de salvación para todos los seres humanos, que no te importó entregar lo mejor de Ti para nuestra salvación. Por eso, que sea yo un instrumento fiel para que tu Espíritu siga tocando los corazones de aquellos que no te conocen. Amén”.
Lolita Cruz de Chamorro.
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