El único lugar
seguro
“Tú eres mi refugio;
me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás.” (Salmo
32:7)PASAJE COMPLEMENTARIO: Salmo 61:1-8
Una de las historias preferidas de mis hijos cuando estaban pequeños, era la de los tres cerditos. Les encantaba que les repitiera una y otra vez cómo uno de ellos había construido una casita tan resistente y poderosa que el lobo, por más que sopló con todas sus fuerzas, no la pudo derribar. Aunque tomó más tiempo construirla pues tuvo que fabricar sus propios ladrillos y mezclar el cemento, quedó tan sólida que sirvió para protegerlo a él y a sus dos hermanos, quienes por ahorrar tiempo y esfuerzo, construyeron unas casitas con lo primero que encontraron en el campo: paja, palos de madera, cartones, etc. Así que las casas que construyeron fueron endebles y frágiles, y con gran facilidad el lobo las echó abajo.
La moraleja se aplica perfectamente a nuestro diario vivir. La vida está llena de situaciones de las que debemos aprender a sacar el mejor provecho posible, circunstancias que a diario ponen a prueba nuestro carácter y dificultades que nos desafían no a ser mejores, sino excelentes. Muchos buscan ayuda infructuosa y refugios que los dejan totalmente vulnerables: el esoterismo, un amigo, un préstamo, el amor de alguien. Pronto este refugio cae, quedando nuestra vida totalmente expuesta y en peligro.
Por el contrario, Dios nos promete permanente y poderosa protección. Por más fuertes que creamos ser, nunca nuestras fuerzas serán superiores a la fortaleza que nos da el Señor. Por eso debemos apropiarnos de esta promesa y creer que sólo el Señor puede ser nuestro refugio, nuestro lugar seguro, donde ningún enemigo nos puede alcanzar, donde nada ni nadie nos puede dañar; donde toda necesidad tiene respuesta y ninguna preocupación llega a convertirse en angustia.
¿Qué clase de refugio busca usted?
HABLEMOS CON DIOS
“Amado Señor, hoy me propongo ir a Ti, abrigarme bajo la sombra de tus alas, disfrutar de tu protección y tu cuidado. Sé que esto implica estar dispuesto a obedecer y a confiar, y… ¡lo estoy! Nunca buscaré otros brazos aparte de los tuyos. Nunca sacrificaré mi seguridad por mi obstinación, al creer que yo puedo cuidar de mí, mejor que Tú. Bajo tu cuidado me quedo seguro. ¡Gracias Señor!”.
Lolita Cruz de
Chamorro.
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